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m'alcordo que le canturriaban los más grandez pa felo'nrabiá y ile asinas probán el templle.
Pero Venancié (¡de venancio —aljetivo— cosa, eh, cosa!) mueso al uno, esgarrañada al otro, piedrada al de más allá, ben lluego que va í alcanzán deván de toz su güena tufa hasta casi de seda y to. U séigase, que se va í fén respetá com'el que más. Lo cual que, ya zagalón (doce años u trece) toz se l'achuntaban con ganas, y algunos hasta con preferencias. Que m'alcordo cómo se l'arrimaba Toribié y le cedeba los anuncios ¡¡en verde namenos!! de las caixetas de mistos d'a perro que, vacías, le guardaba su pare. Venancié saliba siempre per él contra toz los que se le'n burllaban, esgalichadé y güenachón com'eba.
—¡Saca la llengua, Toribio!—l'encajaban grans y chicoz si Venancié no rondaba per allí.
—¡Toribico, toca'l cembelico ("Toribico" eba como lo llamaba la señorica'l Barón qu'habllaba fino)! —Y Toribíé ¡hala, hala! a fé como si'stirase y afllojase la cuerda'l cembelico. Venancié u estaría per Graus con su pare u en cama con chordos. Per la calle deseguro que no.
Perque ¡ojo, cuan estaba chugán per allí cerca! Precisamente a uno (más gran qu'él. Ramón Remacha se llama, qu'encara vive) le falta un canino de cuan va dale de morros contra le reixa la retoría per habé'mbarduquiau hasta las orellas a Manolé'l Candil —otro de poca alzada— pa que su mare le'n estirase ben estiradas cuan, perdíu de bardo, se le presentase en casa. Y també a Serafín Melsa —uno que siempre se meteba'l dedo en la nariz pa sacá'l probllema, u lo que sacase— lo "cubriba" de los más brutos cuan chugaban a "galgo u llebre".
—¡Tiempos aquéls! ¿verdá, tío Llucas?
—¡Y que lo digas, zagal, y que lo digas!
Asinas que, de tanto'stá alerta, de tanto desfendese y desfendé a otri, a Venancié en cuentas de ixo que diz compllejo lo que se le va criá en la sangre va sé una'specie d'espritu retillante siempre a punto d'acometé contra to y contra toz, falta que fese: de zagalón a puñadas, de gran —de home— a repentes que'n teniba y'n tiene a manollos.
Años aván , cuan heban ya tornáu del soldáu, unos per aquí otros per allá toz van í abrinse paso en la vida. Aquel Toribié —may va podé llegá a Toríbio— va tomá a sabido una güena cinca de regano de las de casa'l Barón, y, siempre buscán y may trován partido u partidé aparente, va acabá el pobre tión en casa su h'rmana. El tal Remacha va tomase en serio treballá una suya güerta con dos burras, fenlas a un tiempo criá. Lo cual que va llegá a medio tratante. Manolé'l Candil —güeno, Manolo'l Candil— se va casá en un llugá per allá per tierra Jaca y allí va posá botiga de to ixo de cantres, sillóns y cazuelas. No va llográ tampoco guaires medros (la mullé va salile prou malgastadera ¡aquello de "el que llejos va a casá...."!) Tocante a Serafín Melsa, qu'heba'ntráu al seminario pa fese cura, va fallecé el pobre del tisíco, que no se va sabé si no l'heba pilláu de tanto metese'l dedo en la nariz u de bella otra cosa. Dos años y medio le faltaban nomás pa cantá misa.
—¿Dos años y medio ¡y dice nomás!?
—Sí, que alavez se teniba qu'aprendé muchos años pa salí cura. Hasta llatín y to se teniba qu'aprendé (qu'hora ni se gasta casi, tan majo qu'eba sentilo).
Y perque me'sllargaré más en él, he dixáu a Venancié —ya Venancio, cllaro— pa'l zaguero.
—¿Pa'l zaguero? ¿Y usté, tío Llucas?
—¿Yo?... Güeno, de yo vale más no habllá. Ya le preguntarez al siño Venancio si bella vez tos lo trovaz.
Pos el caso que Venancio, allá a los venticinco años llargos va posase ¡per fin! formal con la novia (Balbina Ruescas , de casa'l Cortáu que le diban y bel par de años —y bel otro de centímetros— más ella qu'él) dispués de llevala en cancións lo menos siete. Van casase y van apencá los dos como tentáus. Y no solamente en los Remallos (nueve fanegadas que le van da de dote a ella) perque, aparte tres mocetas y cuatro mocez en nomás que trece años, él va també posase con güellas y corderos. Primero a criane y lluego a comprane y a vendene, de tal manera qu'a los seis u ocho años ninguno l'aventajaba en custión de ganáus. Hasta va aprendé a'mpilmá patas y to. Pero, amás amás, e que van abrí posada, qu'a Balbina ixo d'una posada l'heba llamáu siempre desde que, mozardeta, va pasá una temporada en la d'una tía suya en Benabarre. Los brazos ben remangáus y sartén en mano, no ñ'heba en el llugá soltera, casada ni viuda que le podese pasá la mano per la cara en custión d'estofáus, de salsas y hasta de güenos postres caseros. Res, que disfrutaba, ella en la cocina. Y, amás encara ¡pos que algo teniban que í alcanzán con tanta llorigada como teniban que llevantá!
Güena mesa, güena cama y güen trato trovaban los que llegaban a pedí posada en la de Venancio. Allí carreteros, allí tratantes, allí turroneros teniban asegurada la'stada milló del mundo. De tiempo en tiempo hasta comediantes ye llegaban y ye posaban.
—¿També comediantes d'ixes de onsos y de monas y de panderos?
—No, los hungáros no, que s'apañaban en las suyas galeras de caseta con chominera y ventanetas y to. Lo mismo endentro se'y feban la comida que'y dormiban que'y tocaban el cornetín. Hoy en día ya no'n campan d'aquels.
Los tiempos, per ixo, van í cambián, y ya timboleros, vajileros, viajantes y musícos ¡hasta los musícos, que ya e dí! van encomenzá a llevá los trachíns propios en autos y en camións també propios. Lo cual qu'en la posada ya no'y paraban —ya no'y paran— nomás que pa comé. Y con poca u con brenca sobremesa. Lo mismo aquels d'años atrás qu'estes de hoy ("tragakilométros" les llama'l siño Venancio) que ni s'asentan casi. Una vez me diba:
—Mira, Llucas, te llegan con su "seiscientos" —cuando menos con "seiscientos" ¿sabes?— te piden un par de costillas con patatas fritas y un vaso vino y ¡hala! otra vez a la carretera a seguí tragán kilométros. Sin un palmo conversación sisquiera—. Y s'escllamaba: —¡Prisa! ¡prisa! No tiens tiempo de conocelos ni de que te conozcan, de tratalos ni de que te traten, d'aprecialos ni de que t'aprecien y hasta d'enseñales ni de que t'enseñen, com'antes pasaba. ¡Nomás prisa! ¡prisa! ¡prisa!
El siño Venancio no acababa d'entendé (per más que algo se sonsoniase) qu'el mundo, la vida, hese'ntráu en aquella'specie de revolvino —"avance economícosocial" le diba'l siño secretario— que to lo'nganchaba, que to lo sobateba ¡que to lo rechiraba! No sabeba él (y ¿quí puede sabelo aquí abaixo?) si pa ben u si pa mal, pero el caso que to lo rechiraba ¡to!
—Muchas cosas sí, Llucas, pa ben. Pero otras... ¡Sancristo mos valga!...
Trovaba él ben ¡hese faltáu más! que ya ninguno se'n ise "enta allalto" del colico miserere, que no quedase un vulquete ni una mula ni pa un remedio, que s'acabasen de perdé las eras ¡¡aquellas eras!! que ya no serviban pa cosa.... Y to ixo per habese sacáu endicións y pastilletas pa curalo to, u casi to, "pegasos" pa carreá en un solo viaje más de trenta vulquetadas de ches, cosechaderas pa despachá siegas y trilleras en un dos per tres, trautós pa llabrá en medio día más que vente pas de bous en medio mes...
—¡Pero si hasta mos afaitán con la letrecidá, Llucas! —me va saltá un día al tiempo que m'enseñaba la maquineta que l'heba cedíu un viajante (que se'n tornaba enta Reus y allí ya se'n compraría él otra)—. Onque no sé, no sé, Llucas. Algo ñ'hay que no marcha ben en to esto. No en to esto de la letrecidá, no, que la letrecidá e de lo milló que mos han podíu trayé los tiempos. Quiero di en to esto de las nuevas modas... ¡y de los malos modos! Ya no va quedán respeto, ya no va quedán palabra, ya no va quedán solera. ¡Ya no va quedán res de to aquello que a las chens sencillas mos feba la vida tan abierta y ancha, tan cllara y firme y serena!
Y una vez que van cayeye unos días con la nuestra, cllamaba en la sobremesa dispués de cená:
—Se gasta y malgasta sin esmo y sin mida. Sin pensá en tiempos que prou pueden llegamos menos grasos. ¡Como si may hesen d'acabase estos de viví a lo lloco com'hoy se vive! ¿Cómo les cairía a los chovenastros el tení un mal día qu'apretase nomás que bel par de puntos el acopladó, eh?... No sé, no sé —repetiba siempre—. ¡Ah! y, a más puyá, no'ntrén, Llucas, en to ixo de las drogotas y de las vergüenzas (que diz que ya'ncomenzan a dixá de selo) ¡¡y hasta de "los" medio señoricas!! —din esto de "los" medio señoricas con cllara'ntinción pa fe'ntendé lo que no quereba nombrá ni sisquiera fen a un tiempo la siñal de la cruz.
—¡Bueno, señor Venancio, que no hay para tanto! —va cortale'l sargento de los cevils (que paraba en la posada como fijo, menos dormiye, feba ya decisiete meses y que ya'ntendeba ben la nuestra fablla). ¡No hay para tanto! —(Yo reparán cómo din esto el sargento no apartaba'l reojo de Felisa, la gran de las tres fillas de la casa —ventidós años rebustez y ben garbosos— que llevantaba la mesa).
—Si ñ'hay u no ñ'hay pa tanto, don Marcial, el tiempo mos lo dirá. Perque... seguntes lo que se va veyén... ¡Ya me dirá usté!
—Sí, señor Venancio, pero piense usted que el progreso tiene su precio, tiene su contrapartida, trae estas cosas... (Felisa també relojiaba prou a don Marcial, soltero él, trentaitrés años y ya a ratos Marcial pa sólo ella).
—Pos ¡rediós! ya podría ya el progreso dixáselas en casa muchas d'ixas cosas y cosotas —va'mpezá a puyásene'l siño Venancio.
—El progreso es el progreso, señor Venancio. Es imparable. Siempre las ciencias han ido e irán adelante, como muy bien nos decía el comandante Ramírez, que en paz descanse. Pero es que, esto aparte, un día, señor Venancio, las aguas habrán de volver, volverán, a su buen cauce y todo se enderezará, todo volverá a su ser, todo a ir bien. Más o menos como ha ocurrido ya otras veces, como siempre. (Felisa pasaba y trespasaba llevánsene pllatos y fuentes enta la recocina, onque apañanse antes —no guaire per casolidá y no guaire aprisa— una greñeta desmandada que venga baixáselene a los ojos, grans y escuros de verdá).
—Güeno, güeno, don Marcial, que ñ'hay aiguas que tornan a su güen cauce ¡pero muchas otras s'espeñan ben espeñadas! ¿Sí u no?
La pregunta va quedá en l'aire, perque don Marcial alavez ya'n estaba fen más caso de la greñeta y otras gracias más macizas de Felisa, y sin dase guaire cuenta —u sin dásene brenca— va dixá pasá de llargo aquel "¿Sí u no?" del siño Venancio, el cual, ya'mbaláu —como diz los chovens— va rematá prou fuerte:
—¡¡Decencia, e lo que mos fa falta!! ¡¡¡Decencia!!!—. Remate éste que, gritáu asinas tan alto, va medio sacudí a don Marcial fenlo cayé de la rama en la que, en espritu, estaba ya valdianse entre las gracias aquellas de Felisa. Y a don Marcial, prou atorrulláu y malicianse a quí y a qué podeba'stá acometén el "señor Venancio" con mesejante repentina'stralada, no se le va alcurrí otra cosa qu'aparentá un badallo tremendo y dí qu'heban teníu mucho servicio aquel día y que le podeba'l sueño.
Per otro lau, hora de chitamos ya lo eba. Asinas que mos van llevantá de la mesa, mos van dá unos a otros las güenas noches y mo'n van í cada cual al nuestro cuarto y el sargento (con un zaguero reojo a Felisa —a no tardá "sargenta" dueña Felisa, en Benasque—) al cuartel, en la otra punta'l pueblo.
—Güeno, pero ¿ya'stá? ¿ya ha acabáu, tío Llucas? Encara falta casi una hora pa í al auto y ben podría seguí si le parece ¿no?
—Conforme, pero pedizme una copeta anís y otro vaso d'aigua que se m'ha resecáu algo'l garganchón ¿eh?
—Sí, sí, cllaro, tío Llucas.
Pos el siño Venancio, de resultas del trato con tantos güespédes de tantas tierras de más allá de Guara, s'heba soltáu, y hasta muy ben, a habllá en castellano, llengua que, como e lo propio, creyeba necesario y hasta más que necesario sabela y gastala con toz aquels que no sabesen la nuestra. ¡Nomás que con els, per ixo! ¡May con los del llugá ni comarcanos! ¡No, no, ixo may!
No la dominaba com'aquel... ¿quí eba aquél?... ¡Ah, sí! un tal Capra, diputáu qu'heba queríu salí una vez y qu'embelesaba nomás encomenzá desd'el balcón de la pllaza en tiempo d'elecións:
—¡Ciudadanos!... ¡¡la patria se hunde!!... ¿Quién la salvará?... ¿¿Quién??,.. ¡¡¡Nuestro partido y sólo nuestro partido!!! ¡¡Porque nuestro partido, ciudadanos, ....
(Cosa aparte: no sé si no sería un partido que mi pare le diba "partido tranquilista". Ni sé en qué sentido, si güeno u si malo, le'n diba, onque pa'l caso mos da lo mismo).
No, no dominaba'l castellano como Capra. Pero sí tanto como pa no fé el rediculo cuan lo habllaba. Forastero qu'encomenzase en castellano, en castellano que le seguiba'l siño Venancio. Asinas al capitán de la guardia cevil, asinas al Juez del partido, asinas a su ilustrísima el siñó obispo (como cuan la visita pastoral que va tení que recebilo él, "fuerza viva" que ya eba, perqu'al alcalde se lo'n heban teníu que llevá enta Güesca a operalo de rompidura).
Y viengo a esto del castellano perque pasaba en el pueblo que ñ'habeba, y ñ'hay, algunos que se teniban a menos el habllá como primero van aprendé de las suyas mares y agüelas. Per milló dí, que se teniban ¡y que se tienen! a más el no habllá com'ellas y dinle "perro" al cocho y "clavo" a un clláu y "badil" a la cerrolla. ¡Pero si ñ'hay qu'hasta le dicen un "rotete" a un esgarré, Dios los perdone que yo no!
També pasaba ¡y pasa! con más de cuatro d'ixes y d'ixas que brincan la huega, que cuan se dixan cayé pe'l llugá dispués de faltaye... res, a lo milló ni bel par de años, ya mos llegan con su castellano recién estrenáu ¡¡y sin su ribagorzano recién olvidáu!! Y otros ñ'hay (aquels que quieren tirá enta "finos") que ni ísene del llugá precisan pa'stricallá'l castellano a tuertas y a drechas —más a tuertas qu'a drechas—. Lo cual que ni quedan finos ni quedan bastos ni quedan cosa, como no seiga prou "suficientes" y rediculos. Mos le dicen, corm'aquels, "bujero" a un forigacho, "jadita" a la ixadeta, "costipado" a un refriáu... Amos ¡la craba! (güeno, "la caraba" que dirían els).
(Y en éstas que me viene precisamente a la memoria la vez qu'un tal Mariané Gaso —otro d'ixes "carantafináus"— va'ntrá en la ferreria a torná un troz de bandáu qu'heba pedíu pa llevantá unas llosas y le va soltá al ferrero:
—Señor José ¿"en" dónde le dejo este "fierro"?—. Y el "señor" José, al que may le faltaban güenas salidas pa las güenas entradas, va y le responde con anivelada "finura":
—Déjalo por "astí", Mariané. Por "astí" mismo). (**)
Güeno, pos d'esta cllase hasta alavez no heba siu pas Rafeleta, moza de casa de llabradós prou menos que medianos, pero tan maja ella y tan ben pllantada que brenca le va pasá desapercebida a don Silverio, aduyante qu'eba de las obras de "la variante" de la carretera, qu'heban encomenzáu feba bel par de meses. De tal manera no le va pasá desapercebida que ben lluego va quedase sin novia Valero Puertas, peón d'arbañil que la cortejaba ya tres u cuatro años y qu'hasta'ntraba ya en la casa. Res, cosas que pasan, chanzas de la vida: Rafeleta qu'acaba'l año d'"aduyanta", Valero (pa'scapá del dimonio que cada noche 'staba buscan félene fé "una") que se'n va enta otras obras en la provincia Logroño, y, la variante acabada, don Silverio (con "su señora" y lo que Dios les estaba ya'nvián) que marcha a la de Tergüel a'ncomenzane otra de variante. En Calamocha precisamente. Pos ixo: cosas de la vida.
Pasáu cosa d'un año u asinas don Silverio, Rafeleta y lo que Dios les heba ya'nviáu van presentase en Crespán. Ye van i, com'eba lo propio, pa'nseñale'l crio al agüelo (l'agüela ya'l conoceba, qu'heba'stáu a cudiá cuarentaidós días a la filla cuan el parto). Y va pasa que aquella moza de casa de par de burros qu'heba síu antes de casase, tanto u más que la criatura lo que va'nseñá en Crespán va sé su güen pllumero en forma de "bujero", de "jadita" y de "costipado", com'aquéls.
Van, cllaro, pará en la posada (ya y'heban paráu los tres primeros meses de casáus, hasta acabase la variante) perque ¡no iban pas a pará en casa de par de burros to un don Silverio, toda una dueña Rafaela (en Calamocha, seguntes ella casi pregonaba) y Silverié u, per milló dí, Silverito!
—María, las "higas" que nos "trujistes" (1) ayer las "tiremos" porque todas eran "de ganchito" —va soltale a su h'rmana, cuan María lo que les va "trujer" van sé unas docenas de figas en su güen punto de ganché.
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